EL PROCESO CREATIVO Y EL ENTRENAMIENTO DE LA PACIENCIA

Uno de los objetivos del área “Educación Plástica” es que los estudiantes experimenten e interioricen el proceso creativo, pudiendo ser capaces de extenderlo a cualquier otro área del conocimiento al final. Todos disfrutan la fase de materialización y se lanzan a dibujar, pintar, recortar o modelar, pero es la labor del maestro mostrarles la importancia de planificar previamente lo que quieren representar, entrenarlos para trabajar con cuidado y calma y abrirles la mente con manifestaciones artísticas que les puedan inspirar.

 

Con estos objetivos en mente, al inicio de cada proyecto planteo unas actividades de análisis que sirvan para presentarlo y en las que los alumnos y alumnas tengan no solo que identificar los conceptos que aplicarán posteriormente, sino analizar cómo han sido usados por artistas para irlos interiorizando a la vez que aprenden a observar. En este sentido, por ejemplo, en primero vieron la importancia de los elementos del rostro analizando fotografías de personas reales y comparándolas después con la inmutabilidad de los retratos de Frida Kahlo (“está seria”, “no siente nada”). Del mismo modo, en segundo analizaron formas geométricas en aparatos cotidianos de su entorno, para luego ver cómo algunos artistas hicieron uso de las mismas en sus representaciones.

 

Seguidamente a la fase de observación y análisis, solemos comenzar la fase de diseño que en los primeros contactos les cuesta y resulta tediosa por el ansia de ponerse manos a la obra, pero que una vez han asimilado suelen demandar  (“¿no lo dibujamos antes?”, “¿nos das un folio para pensar qué hacemos?”). Cuando se toman un tiempo para diseñar y planificar su trabajo suelen aflorar preguntas, modificaciones o consideraciones que difícilmente pueden solucionar durante la materialización; se permiten barajar diferentes ideas y empiezan a entender que la creación es un proceso. En 5º curso, por tomar otro ejemplo, en una actividad sobre el mosaico árabe tuvieron dos sesiones para trabajar sobre el diseño, dándoles tres espacios para poder hacer modificaciones sobre su idea inicial. Tienen que aprender a reflexionar antes de trabajar y a no desechar ideas y buscar otras rápidamente, sino a darles una oportunidad a las que ya tienen, tratando de ver la forma de mejorarlas o variarlas.

 

Es en la creación o ejecución cuando comienzan a comprender realmente la importancia de la fase anterior. Quienes no consideraron ciertos aspectos empiezan a ver problemas y dificultades (“No usé todas las formas, ¿ahora como lo arreglo?”, “esto queda muy soso, ¿puedo repetir el diseño?”, “¿dónde pongo esto ahora?”) y comentan con los compañeros que sí tuvieron en cuenta. Es también el momento en el que la idea va evolucionando y surgen mejoras creativas: “no incluí esto en el diseño, pero ¿puedo añadirlo?”, “me gustaba cómo lo iba a hacer, pero ahora veo que si cambio los colores podría quedar mejor”. El aprendizaje no se limita así a los conceptos y habilidades técnicas, sino a seguir adquiriendo consciencia del proceso y a entender que por muy buena que fuera una idea inicial puede modificarse y mejorarse. 

 

También en esta fase se enfrentan a la frustración de no poder terminar rápido porque toda actividad plástica requiere de un tiempo y un esfuerzo. Tener que esperar porque necesitamos que algo se seque, no ver el resultado final de forma inmediata y tener que trabajar con cuidado y cierto tiempo con las técnicas para que el recortado sea más preciso, el coloreado más uniforme, etc., se contrapone a la inmediatez en la que viven inmersos y les entrena en el esfuerzo, paciencia y cuidado.

 

Jéssica Sierra Rodríguez

Profesora de Plástica en Primaria