Cuento de Navidad de 2º ESO
Los alumnos de 2º ESO en el taller literario de la asignatura de Lengua y Literatura, y teniendo en cuenta que se acercan las fiestas navideñas, han escrito de forma conjunta con un mismo principio, un bonito cuento de Navidad.
Después cada uno de ellos ha escrito su parte en una cartulina que han decorado con motivos navideños relacionados con la historia, a la que han hecho una bonita portada.
CUENTO DE NAVIDAD de 2ºA ESO
Si algo tiene el mes de noviembre es que empieza con olor a castañas y acaba oliendo a turrón y polvorones. Si hay alguien que entiende de gastronomía y Navidad es mi pueblo, Chiclago, un lugar en donde el conjunto de palabras “mercado navideño” tiene especial significado.
Era jueves 25, día de Navidad y Pablo, un joven apuesto solía ir a comprar un árbol. Este año no había podido ir porque estaba ocupado en una investigación. Él se dedicaba a catar platos, ya que tenía un paladar muy refinado. El año pasado sus padres le habían pagado un viaje a Alemania para poder investigar un alimento en extinción. Como Pablo era muy inteligente, se le ocurrió una idea fantástica para inventar una comida que nadie rechazara. Se puso manos a la obra, cogió su delantal al que él llamaba “dentito” y colocó todos sus instrumentos, ya que el chico era muy perfeccionista. Cuando estaba a punto de empezar, se le olvidó la receta “¡Maldita sea!”, exclamó. Después de haber dicho esto, empezó a buscarla por todas partes, pero no la encontró. Muy decepcionado, llamó a sus padres y ellos no se lo cogían. Así que, muy asustado, salió corriendo hacia el aeropuerto. Una vez allí, se dirigió al mostrador donde supuestamente tenía que facturar; digo “supuestamente” porque en realidad ese no era el mostrador al que debía haberse dirigido. Sin darse cuenta del incidente, fue hacia la puerta de embarque que le indicaba su billete. Después de cuatro horas de viaje, se despertó y vio un paisaje completamente blanco: ¡Estaba en Laponia, la ciudad de la Navidad! Cuando bajó del avión, le estaba esperando un trineo conducido por pequeños duendes. Se subió y este partió. Después de una hora de viaje, empezó a distinguir una silueta a lo lejos. Al acercarse, vio que era un gatito muy pequeño y adorable que se estaba muriendo de frío. Pablo lo cogió y se fue a un pueblo que había a unos 3 kilómetros. Llamó a la puerta de una casa para ver si lo dejaban entrar pero no le abrieron, así que tuvo que quedarse toda la noche fuera. De repente vio en el cielo un trineo en el que iba Papá Noel que descendió de las alturas y se los llevó a su fábrica de juguetes. Como Papá Noel no tenía suficiente tiempo para repartir todos los regalos, le pidió ayuda a Pablo. Este aceptó sin dudarlo. Papá Noel le dejó un coche volador mientras que él iba en el trineo. Pablo bajó del coche para repartir el primer regalo, pero el niño que vivía allí se despertó y le pilló. El niño le preguntó a Pablo si era Papá Noel y este le contestó que no, que era tan solo un ayudante en este día especial. Después le pidió que se fuera a dormir y que nunca le dijera a nadie que había estado allí. El niño se fue y Pablo partió hacia la siguiente casa. Cuando llegó, procuró hacer el menor ruido posible y de repente escuchó un ladrido. Era un perro, pero era muy pequeño. Pablo le mandó callar y siguió repartiendo regalos. Al salir, el perro volvió a ladrar y Pablo como era muy buena persona, le dio un regalo, le acarició un poco y se lo subió al trineo para que le ayudase. Los dos fueron de casa en casa, dejando los regalos, a decir verdad, se distribuyeron muy bien el trabajo: mientras Pablo dejaba los regalos, el perro se quedaba vigilando. En más de una ocasión estuvieron a punto de ser pillados y al final lo fueron; esta vez por una ancianita que estaba triste mirando una foto de su nieto junto a su perro en Alaska. La anciana vio a Pablo y le preguntó, “¿Qué haces aquí jovencito?” “Bueno, verá, je ,je, no es lo que parece”, “Ya no sé qué es lo que parece”. “En fin, ¡Feliz Navidad!”. Pablo se fue preguntándose por qué la anciana miraba la foto.
Cansado de repartir tantos regalos, decidió volver a la casa de Papá Noel. Después de una hora, llegó por fin y nada más entrar, se tumbó en la cama y en cinco minutos, se quedó dormido. Pero lo que no sabía es que algo le iba a suceder esa noche.
Mientras dormía, tuvo un sueño que trataba de su pueblo: estaban todos muy hambrientos y no tenían comida para Navidad. Entonces se despertó y se dio cuenta de que no había hecho la comida de Navidad para su pueblo. Pablo decidió ponerse en marcha para volver a su hogar y preparar la cena.
Durante el viaje, se puso a recordar todas las comidas navideñas que él había hecho, en las que trataba de combinar los mejores ingredientes para hacer un plato exclusivo e innovador. Así que al llegar exclamó, “¡Lo tengo!” “¡Ya tenemos comida!”
Se puso manos a la obra y pensó, “¡esto no va a ser nada fácil!”, pues su idea era hacer un guiso que combinara sabores de todos los continentes, pero solo tenía tres horas para elaborar 150 platos de aquel magnífico guiso y el reloj ya había empezado a correr. Era bastante difícil que le diera tiempo a complacer el apetito del pueblo entero, pero él no se daba por vencido. Mientras estaba empezando a cocinar la guarnición del guiso, le pareció ver una luz reluciente que venía de la ventana. Era uno de los ayudantes de Papá Noel y este se puso ayudar con mucho entusiasmo a Pablo y con un poco de magia, sacaron el plato adelante.
Por eso el conjunto de palabras “mercado navideño” era tan especial ya que todo aquel que no se daba por vencido, tenía en sus momentos más difíciles, la ayuda de un poco de magia navideña.
Alumnos de 2º A de ESO.
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