Cinturón negro a los 50: “Todavía no me lo creo, es muy emocionante”

“La edad es solo un número, lo importante está en la cabeza.” Una frase que se repite como
un mantra cuando se van cumpliendo años y que no siempre es cierta, pero en Judo
Fontenebro esta filosofía se lleva hasta las últimas consecuencias. Todas las semanas más de
20 apasionados del judo se juntan dos veces por semana en el club de Moralzarzal para
disfrutar de una pasión: el tatami. Una clase especialmente pensada para disfrutar del deporte
alejados de la competición. ‘Judo recreativo o Judo terapia’ lo llaman. Una familia en toda
regla.
Ahora, cuatro años después del inicio de ese grupo, un cuarteto de judokas senior han
conseguido una de las mayores distinciones en el mundo del judo. Son cinturones negros.
Mari, de 50 años, nos cuenta cómo lo vivió: “Para mí ha sido muy emocionante. Todavía no me
lo creo. Es un reto personal y de equipo, porque varias personas empezamos a la vez y hemos
conseguido este cinturón negro. La emoción y la satisfacción es doble”.
Juan Carlos, también de los mayores, asegura que tenía muchas dudas, pero que el premio
merece la pena. “Empezar ya tan mayor, con mis antecedentes de una vida totalmente
sedentaria, sin apena practica de ningún deporte, me generaba muchas dudas sobre si duraría
mucho practicando judo, pero superé esa época muy dura de comenzar a realizar este deporte
de forma continua, hasta convertirse en práctica habitual en mi vida, he superado pequeñas
lesiones y este hecho me ha ido fortaleciendo como judoka y como persona”, cuenta
emocionado.
Y es que, en un club donde sus judokas han conseguido más de una docena de medallas
nacionales, una tercera de Europa sub23 y una larga lista de campeones, el grupo de judo
recreativo asoma la cabeza como uno de los mayores orgullos de Fontenebro.
“Ha sido todo un reto. Empecé el judo a los 6 años, pero a los 18 lo dejé. El año pasado a mis
33 lo retomé, y este año con 34, cumplí la meta que me había propuesto de sacarme el
cinturón negro. Me ha supuesto mucho esfuerzo, pero claro, creo que sin la ayuda de Jose,
Rubén y de los compañeros, habría sido mucho más complicado”, cuenta Alejandro Martínez,
nuevo flamante cinturón negro.
José Manuel Martín, maestro del club y ‘cabecilla’ de todo lo que se cuece allí, cuenta
ilusionado lo vivido junto a estos “enormes deportistas”. “Una medalla tiene un sabor especial,
es espectacular ver a un alumno tuyo subirse a un pódium… pero ver el afán de superación y la
voluntad de estas personas no tiene precio. Son judokas que no tienen nada que demostrar y
aún así se dejan la piel en todo lo que hacen. Son referentes”, explica emocionado.
El grupo de deportistas que forman Judo Recreativo van desde jóvenes que dejaron el judo
hace muchos años, hasta padres de competidores que quieren conocer lo que hacen sus hijos.
Es el caso de Mari: “Empecé a hacer judo con 45 años porque toda mi familia hace judo: mi
marido y mis dos hijos. Llevaba muchos años viendo las competiciones… y es un deporte que
me costaba mucho entender. No sabía si lo hacían bien o mal. Por una parte me quería
implicar en sus vidas, quería conocer eso que les hacía tan felices”.

Sara, otra deportista que ya es cinturón negro, empezó por lo mismo. “Empecé a hacer judo
por mi hija Estíbaliz. Jose, su entrenador y ahora el nuestro, me lo propuso porque se había
creado un grupo especial. Así lo llamó. La mayoría éramos padres y madres de hijos judokas
que empezábamos desde cero… No teníamos presiones de competir ni de entrenar a tope,
solo éramos y somos padres y madres con ganas de aprender y así lo hemos hecho. Risas,
juegos y creando lazos de unión. Hemos creado una pequeña gran familia”, asegura.
Con el coronavirus como amenaza y en plena pandemia, el grupo continuó viéndose por
videollamada y entrenando de manera individual. El vínculo que han creado va más allá que
hacer deporte para mantenerse. Ahora, con la vuelta al trabajo y los protocolos de seguridad
por bandera, continuarán disfrutando de unos amigos y compañeros que se han convertido en
familia.